jueves, 17 de septiembre de 2009

Ferry Tánger

A ver, lo del ferry fue un caos: el que íbamos a tomar primero se cancela por motivos inexplicables, el segundo lo perdemos porque se cuela un autobús - arrancan el barco sin que hubiera tiempo de desanclarlo!!- y nos colocan en el tercero, que además era el rápido, por el mismo precio, así que al final tardamos lo mismo que sin todo ese embrollo.


Durante la espera conocemos a Rocco, que alaba nuestro buen gusto al elegir como uno de los himnos el de Adriano Celentano. No dijimos nada sobre el otro.
Un cachalote nadando en el literalmente Estrecho -se tardan 35 minutos en atravesarlo!-, constituye el fantástico Fin de Fiesta mientras decimos "sahá" a África.
Una vez en la península, la cosa cambia mucho. Rodamos de noche para intentar conquistar Granada, la alcanzamos y nos resguardamos merecidamente en el Torreón. Al día siguiente cae una tormenta justo cuando atravesábamos una de las zonas en obras. No da tiempo a ponerse el traje de agua. Realmente no hace falta: el viento caliente del verano hace su efecto. Esquivamos muchas otras que resultaban imponentes desde lejos.

Los últimos 100km. son agotadores - ha llegado el invierno ventoso. En una gasolinera, repostando en paralelo, con la pata puesta, nos informa un amable operario de que está prohibido estar montado mientras repostas, porque: - si te resbalas y cae la gasolina y salta una chispa se incendia todo. Arriesgando!

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